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Tía Post

Tía Post

Nana y Anan deambulan por la escena, buscan y no encuentran, se atraen, se ignoran, Nana recoge prendas que hay desperdigadas por el suelo, se viste, se desviste, Anan la observa, la ignora, la empuja, la abraza, suena música de Wagner. Nana continúa con el proceso de vestirse y desvestirse, las prendas que no quiere ponerse las tira a la cara de Anan, que se viste con ellas. Cuando las dos están vestidas, una luz muy potente ilumina la escena.

Nana: Cuando he venido, había una cerradura para una puerta, ¿dónde está la puerta? Sin ella la cerradura no está, quiero la cerradura, la puerta, la llave, lo cotidiano, lo de siempre, lo de hace tanto tiempo que ya no es posible reconocer otra cosa. ¿Dónde está la puerta? ¿Dónde está la tía Post? Ella todo lo sabe. Sin ella no estoy, ¿si no estoy? ¿he venido? He venido porque te siento, porque te oigo, ¿dónde está la tía Post?

Anan: Hola, ¿sabes dónde está la cerradura que debería estar en la puerta que no está?

Nana: ¡La silla!

Anan: ¡La silla!

Nana: ¡La mesa!

Anan: ¿Qué mesa?

Nana: Sí, la mesa.

Anan: ¿Qué mesa?

Nana: ¡La mesa!, la mesa donde comer, estirarse...

Anan: La mesa... la mesa donde limpiar, acomodarse...

Nana: ¿Has visto la mesa?

Anan: ¿Qué mesa?

Nana: ¡La puerta!

Anan: Sí... la mesa donde comer, estirarse, limpiar, acomodarse...

Nana: ¡La puerta!

Anan: ¡La cerradura!

Nana: La cerradura, para la puerta...

Anan: Tenía que estar, estaba ¿aquí?

Nana: ¿Allí?

Anan: La silla, ésta siempre estuvo entre la ventana y la mesa, ¿aquí?

Nana: La tía post lo sabe, ella lo sabe todo, cuando ella venga, ella estará aquí y no tendré que preguntar más.

Anan: Sentarse, sí, sentarse sobre la silla, o ponerse de pie, o debajo, sentirse debajo de la silla, la silla como recinto o soledad, esperanza o vacío, la silla que de estar, podría ser una referencia, como la cerradura, tal vez la puerta, o todo a la vez, o disperso, pero dónde guardar el culo si la silla no es silla o no está.

Nana: Sobre la mesa estaba el gato, o estaba debajo, recuerdo un día que el gato se afilaba las garras en la pata de la mesa, la mesa, no le respondió, se quedó como quieta, como si no fuese con ella, tal vez por eso el gato no está, sus provocaciones no obtuvieron la respuesta que él esperaba, por eso…

Anan: El gato estaba bajo la silla, y la silla no se movió, esperó expectante el ataque del gato, pero éste no se produjo, el puto gato se quedó dormido, luego el cura roció con gasolina al puto gato y le prendió fuego, Como en el campo.- dijo, al principio no le entendí, como en el campo, el gato brincaba de un lado a otro, era difícil entenderle, pero fácil saber lo que quería, el cura se lo dio, le dio lo que aquel animal deseaba, saltó sobre su cabeza, con los dos pies, como jugando a la comba, los sesos del gato se desparramaron por el suelo, yo lo observaba todo desde la ventana, apoyada en la ventana, como si la ventana fuese mi último apoyo, el apoyo decisivo parta evitar mi caída, o cualquier otra caída, si te caes, ya se sabe… si tus sesos se desparraman por el suelo, o si dejan que te quemes hasta el final, si eso sucede, ya se sabe…

Nana: Yo, ¿estaba de pie o sentada? Me pusieron una estrella, amarilla, cosida del abrigo, y los amigos que lo eran, aquellos que no llevaban la estrella cosida en el abrigo, los que en el patio jugaban ayer conmigo, esos que llamé tanta veces mis amigos, dejaron de serlo. Ya no era necesario el colegio y eso me pareció bien, en ese momento me pareció bien, luego más tarde en el campo no fue tan divertido, vi a una mujer estrangular a su hijo recién nacido con el cordón umbilical, tantas lágrimas o tantas muertes, pero cuando se muere, se deja de llorar. Aquella mujer se paseaba por el campo con el cuerpo de su hijo entre los brazos, uno de aquellos soldados, al azar, cualquiera de ellos la liberó, o al menos eso dijo el rabino. Yo guardaba silencio al final de la escalera, un cura de esos, católico, cuando acabó lo del campo, cuando las muertes cesaron y nos ¿liberaron?, cuando por fin pude volver y ya no tenía dónde ir, ese cura me dijo: Lo mejor es perdonar y olvidar, el Rabino no dijo nada, cuando los pulmones se llenan de gas, ya no tienes nada que decir. Todo lo callas, guardas un silencio eterno, no eres para dejar de ser. El gas en los pulmones, los que caían primero, dejaban antes de toser, dejaban de respirar ese gas que ansiaba ser respirado, que ansiaba cobijarse en el interior de los pulmones, no era agua purificadora lo que salía de las cañerías, era otra cosa, después de eso, al montón, al horno o al hoyo, escavadoras arrastrando cuerpos humanos, desmembrando cuerpos humanos, sin distinciones, ni hombres, ni mujeres, ni niños, ni sexos ni edades, despojos, o restos, o nada, o todo, o revisión de dientes, antes del horno o el hoyo, un registro minucioso de los restos. Mi deber, mi sombra, mi lucha…

Anan: Después me lo cuentas, siempre cuentas lo mismo, lo importante, lo verdaderamente importante es saber cómo estaba la monja, la monja que nos trajo y que nos ha de llevar, la monja que no perdonó nuestros pecados, que nos liberó de la presión y nos dio de comer, y nos alimentó, la monja que no dejó morir los recuerdos, que los encerró para siempre en nuestras cabezas, la monja liberadora de esta muerte que era deseo y necesidad, ya no veo nada… ¿dónde esta la tía Post? ¿la monja? ¿cómo estaba la monja? La monja que me apartó del deseo, del ardiente deseo que ardía entre mis piernas, la monja que me negó por tres veces… la monja que antes de irse estaba…

Nana: La monja estaba sentada... ¡sí! En el suelo, cerca de la mesa. Aquí, en este lugar, entre la puerta y la ventana, lo quiero contar ahora, puede que luego, más tarde no me acuerde…

Anan: Sí, la monja estaba sentada frente a la puerta, ¿y el cura? ¿dónde estaba el cura? ¿dónde estaba el hijo de puta del cura? El cura folla monjas, folla niñas, ¿por qué no me folló a mí?, yo que quiero ser follada, que me quema el coño, que me arde el deseo, que busque a los soldados en el frente, dónde está el cura que otorga el perdón de los pecados, pero que jamás podrá perdonarse a si mismo, penitencia y castigo, sombra y ala, el cura, la silla, la monja, el gato… ¿quién perdona los pecados del cura? ¿el gato? ¿la cucaracha? El semen derramado sobre la mesa…

Nana: ¿La mesa? ¿dónde está la mesa? Sin mesa no hay cura, además yo no puedo olvidar ni perdonar, ¿acaso pudo perdonar el recién nacido a su madre? ¿la madre al soldado que la liberó de un disparo? ¿pudo el rabino perdonar al gas? ¿pudo el hombre perdonar al hombre? La silla, la mesa, la monja, el gato, el cura…

Lo recuerdo perfectamente porque lo ví, ví a una madre judía dejar a su hijo en el andén, desembarazarse de él, como un descuido, como algo que dejas olvidado en la estación, la maleta por ejemplo. Dejó a su hijo allí, al lado del vagón cargado de cuerpos inertes, de muertos en el trayecto hacia el infierno. Aquella joven, asustada madre judía, quería vivir, a toda costa vivir, se sabía tan bonita, tan hermosa, ésa era su posibilidad, apuró su última oportunidad. El niño, su hijo lloraba desolado. Un soldado, uno cualquiera, uno de tantos, un rostro entre aquellos rostros uniformados la detuvo. Ella negó una vez, negó dos veces, negó por tercera vez, negó como aquel apóstol negó a su maestro. El soldado habló, yo estaba allí, todo lo ví, todo lo escuché: Si no es tu hijo, mátalo, toma la pistola y mátalo. Ella cogió la pistola, apuntó a su hijo, lágrimas inundaban sus ojos, tras un eterno suspiro, disparó. El niño cayó muerto a sus pies, acto seguido el soldado recuperó su pistola y le dijo que podía irse a la fila. Al décimo paso, el soldado alemán levantó la pistola y le disparó por la espalda. Gritó: Estas bestias judías no pueden considerarse mujeres, son animales capaces de matar a sus hijos por salvarse. No hablo del miedo, del dolor, del viaje, del trayecto, de eso no hablo. Lo único cierto es que tanto la madre como el hijo murieron con cierta dignidad. ¿Puede el cura perdonar los pecados a esta asustada madre judía? El cura…

Anan: El cura no estaba, no había venido, fue a dar misa a las tropas. Las tropas, esas tropas que no tenían Rabinos, tenían curas, por eso lo del perdón y el olvido, si olvidas, te olvidas del cura, si perdonas, perdonas al cura. ¿Quieres perdonar al cura?

Nana: ¡No! Yo no puedo olvidar, no puedo perdonar, constantemente regreso a la estrella cosida en el abrigo, al gueto, al hambre, a las cámaras de gas, a las violaciones, ¿qué duele más, las violaciones o las vejaciones? Lo que sueño me impide dormir. Pero el cura olvidó a la monja, la monja gimoteó: No por favor, no, ella quiere, ella lo está deseando, ella quiere que la folles, le arde el coño, a mí no, a mí no, la monja, cuando el cura terminó, quedó encima de la mesa, por un tiempo, un tiempo eterno, supongo, para ella. Luego se levantó, se bajó la falda y se fue. Ella también debió de olvidar. Un cura, después de todo, es un hombre y una monja una mujer. Hay hombres malos y buenos, hay curas malos y buenos, ¿cómo distinguirlos? Hay monjas buenas y malas, mujeres malas y buenas. ¿Soy mala porque no puedo olvidar?... Un instante antes de que todo pasase, de que el cura violentase a la monja, de que la monja implorase, de que el cura olvidase por un instante que lo era y prevaleciese el hombre, el hombre bárbaro, el hombre de las cavernas, un instante antes, el cura estaba tumbado frente a la ventana, con la vista clavada en la mesa, quería la mesa para sí, para comer, estirarse, limpiar, acomodarse... ¿Qué impulsó al cura? ¿qué oscuro designio de su Dios le obligó a cometer aquella blasfemia? Tú querías esa polla para ti, el cura, a fin de cuentas, es un soldado de Dios. Tras su acto, ¿adónde fue? ¿la tía Post, que todo lo sabe, permitió que pasase, al permitirlo, al no impedirlo, ¿legitimó al cura? La monja seguro que cuando se fue, se bañó en agua caliente, puede que fría, como las antiguas cristianas, el pensamiento ante el castigo siempre es de culpa, seguro que pensó que los actos del cura fueron motivados por ellas, que ella lo había provocado, puede que así fuese, pero la ausencia de la tía Post, todo lo precipitó. Las niñas quieren lo que no tienen, yo quería amigas para poder jugar, a cambio me dieron piojos, pulgas, desolación. ¿La monja? ¿qué quería la monja? ¿qué deseaba el cura? ¿cuándo se encontraron los deseos del cura y la monja? ¿qué fue del cura?

Anan: Fue a dar misa a las tropas, estaba frente a la cerradura cuando salió. La monja no le vio salir, estaba tumbada sobre la mesa... , el cura y la monja, ya se sabe, viene de antiguo, del por qué de las cosas, eso se sabe, el cura y la monja sobre la mesa, la monja debajo, el cura encima, si no lo crees, cuando venga la tía Post la niebla se disipará, ella lo sabe todo, aunque no lo haya visto, ella lo sabe, ella lo sabe todo, el cura sobre la monja, la baba sobre la monja, antes el cura clavaba la mirada en el coño de la monja, ella le hablaba de sus pecados, de la resurrección de los muertos, del juicio final, intentaba, en vano, evitar lo inevitable. La mirada del cura había fijado el objetivo, ¿dónde estaba el Dios de la monja entonces? ¿el Dios del cura? Ese Dios que todo lo ve, ese Dios que perdona los pecados… el cura se levantó, o se quedó en la silla más tiempo del que recuerdo, al final el cura sobre la monja, la monja sobre la mesa, la baba sobre la monja, el tiempo puede detenerse, o expandirse, lo que quedó al final, lo que quedó fue esa mezcla de sangre y semen que dejan las vírgenes, para entonces el cura no estaba, la sangre sí. Yo quería gritar, que la siguiente era yo, que yo también deseaba las babas, la sangre, el dolor… que mi dolor es la ausencia de dolor, que me quema el coño con un fuego abrasador, pero el cura me ignoró, como se ignora un gargajo, si le prestas atención te entran nauseas, el cura se alejó de la mesa en silencio, en voz baja, casi inaudible dijo: Perdóname.

Nana: Sería mejor irse, regresar cuando todo esté en su sitio. Sin complicaciones, nos vamos y volvemos cuando todo este en su sitio, cuando la mesa, la silla o el gato, sus cenizas, sus sesos, resuelvan sus problemas, el cura no regresó jamás, la moja estuvo un tiempo encima de la mesa, la sangre se secó, la mezcla de sangre y semen se secó, la monja continuaba sobre la mesa, la monja dejó de ser virgen, estaba obligada a perdonar, nadie puede obligarte a olvidar…el cura debió de olvidar, por tanto perdonó a la monja, a la tentación, al coño palpitante que se abría ante él, la monja dejó su ropa interior en la despensa, sacrificio y necesidad, el cura que supo desde el primer instante que sus pecados serían perdonados, que su Dios entendía y contemplaba su sacrificio…

Anan: ¿Qué fue del cura? ¿por qué no volvió?

Nana: Podríamos escondernos tras la puerta, y cuando vuelva, y dar un susto al cura cuando vuelva, de dar misa a la soldada, un susto de muerte, de muerte pequeña, de muerte sin dolor, un susto y vale, tras la puerta, escondidos tras la puerta. Cuando venían a por judíos para la cocina, como lo llamaban ellos: judíos para la cocina, yo me escondía en el pozo, donde la mierda, donde la defecación, yo me escondía allí, allí nunca se les ocurría mirar, por eso a mí no me cocinaron, con gas, eh con gas. No sé bien qué hacían con los judíos cocinados, yo creo que como eran soldados, como no eran cocineros los judíos, les quedaban mal y los tiraban a la basura. Yo, si me hubiesen dejado probar, con el hambre que tenía, igual me los hubiese comido, no sé, como no me dejaron probar, pues no sé, esas cosas no se saben hasta que no las pruebas.

El pozo de la mierda refugio y letrina. El hambre nunca te dejaba sola, yo me hubiese comido tres o cuatro judíos, judíos como yo, el dolor desaparece con el gas, en eso fallaron, no lo tuvieron en cuenta, claro, ellos no pasaban hambre. El desperdicio mayor era tirar a la basura a los judíos gaseados, alimento, carne de mi carne, vientre de mi vientre, sangre de mi sangre…

Anan: ¡La silla estaba sobre la mesa!

Nana: Yo...

Soldado: ¡En pie! ¡En pie! ¡Arriba! Un dos, un dos... En pie listas para la revista, para…

Nana: Perdona ¿has visto la cerradura que cerraba la puerta?

Soldado: ¿Qué puerta? Aquí no había puerta, había una silla y una mesa donde comer, estirarse, limpiar, acomodarse...

Anan: ¿Has visto la mesa?

Soldado: ¿Qué mesa?

Nana: ¡La puerta!

Anan: ¿Qué puerta?

Soldado: ¿La puerta?

Nana: ¡La silla!

Anan: ¡La silla!

Nana: ¡La mesa!

Anan: ¿Qué mesa?

Nana: Sí, la mesa.

Anan: ¿Qué mesa?

Nana: ¡La mesa!, la mesa donde comer, estirarse...

Anan: La mesa... la mesa donde limpiar, acomodarse...

Nana: ¿Has visto la mesa?

Anan: ¿Qué mesa?

Nana: ¡La puerta!

Anan: Sí... la mesa donde comer, estirarse, limpiar, acomodarse...

Nana: ¡La puerta!

Anan: ¡La cerradura!

Nana: La cerradura, para la puerta...

Anan: Tenía que estar, estaba ¿aquí?

Nana: ¿Allí?

Anan: La silla, ésta siempre estuvo entre la ventana y la mesa, ¿aquí?

Nana: La tía Post lo sabe, ella lo sabe todo, cuando yo venga ella estará y no tendré que preguntar más.

Soldado: de noche todavía puedo oír los gritos de aquéllos que se resisten a morir, de aquéllos que imploran por su vida, que se hubiesen escondido en el pozo de la mierda, allí, nunca íbamos a buscar…

Nana: De noche...

Anan: De noche... ¡la silla! Allí estaba la ventana, al otro lado la puerta. Aquí en el centro la mesa y la silla, y tras la puerta la...

Soldado: No lo digas

Nana: ¡La silla! Sólo una, nada más que una, pero...

Soldado: Una mañana bajo el sol, antes de la batalla, mis soldados se meaban de miedo, cuando ordené el ataque se mearon en los pantalones, después no pensaron más, muchos murieron, otros mutilados, ¿qué fue de esas manos, piernas, brazos, pies...? Seguro que se perdieron en el trajín de la batalla. Luego ordené la retirada, ellos se fueron, sin manos, piernas, brazos, pies... uno en concreto, en la retirada perdió la cartera, no había dinero, pero sí la foto de una chica muy guapa, sería su novia, pensé, me quedé la foto y tiré la cartera, ¡ya tenía novia! Luego me acordé: yo no  había meado, pero tenía ganas de hacerlo, ¡sí! Ya sé que por las mañanas, antes de salir de casa, hay que orinar, pues yo esa mañana, precisamente esa mañana, ¡no! No había meado (como diría la tropa). La tropa de normal es ordinaria, por eso nos dicen lo que tenemos que hacer, cuándo tenemos que mear, o algo similar, la tropa que de normal es ordinaria, diría cagar, pero yo… no sé, yo tengo una muñeca vestida de azul con su camisita y su canesú. Puedo oír los gritos, después de la batalla, la batalla de los meones, nos enviaron al campo, a recolectar judíos y liberarlos ¡la silla!

Nana: ¡La silla! Aquí había... la silla, ya no la hay.

Anan: ¡La mesa! Aquí había... la mesa, ya no la hay.

Soldado: No hay cerradura, no hay puerta, no hay mesa, no hay silla, ¿qué hay?

Nana:Tía Post lo sabrá, cuando ella venga... ella lo sabe todo.

Soldado: ¡A formar! En grupos de a dos, ¡a formar! Guarden las distancias, contágiense enfermedades venéreas, esto es el ejército... follar con putas de campaña, putas de todos los colores, algunas, amas de casa arrancadas de su hogar, cuando se acostumbran son las que mejor follan, a veces sin querer por el estrés de la batalla, se violan niñas, pero no tantas como se dicen por ahí, ¡qué bien se esconden las condenadas! Pero no está bien, eso no está bien dice el manual, yo hago caso al manual, él nos mantiene vivos más tiempo, eso dicen, otros no hacen caso y se mueren antes de tiempo, aunque algunos, como yo, siguen a rajatabla el manual y mueren igual que los otros, entonces pienso si no debería saltarme el manual y follarme a las niñas que se esconden en los desvanes, a lo mejor no se esconden, a lo mejor es allí donde nos esperan, y sus lágrimas y gritos son fingidos, pequeñas putitas, morimos por la patria, el cura nos perdona estos pequeños pecados.. además, las putas con todas esas enfermedades, sífilis, gonorrea...

Anan: Yo... yo quise follar con un soldado y se me dijo que era pecado.

Soldado: ¿Eres una puta?

Nana: ¡La silla! Estaba aquí.

Soldado: Repito, ¿eres una puta?

Anan: ¡No! Soy virgen, como la monja antes de lo de la mesa y el cura, y la baba y la sangre mezclada con el semen, no, no soy puta.

Soldado: Entonces es pecado. ¿Está la tía Post? Cuando ella venga lo confirmará, ella lo sabe todo. ¿Quieres ser puta?

Nana: Sí, para poder fornicar con los soldados sin que sea pecado.

Soldado: Ahora no hay batallas, por defender la patria...

Nana: Entonces...

Anan: Entonces ser puta también es pecado.

Nana: Entonces...

Anan: Entonces busca un soldado decente, que tenga una silla, una mesa donde comer, estirarse, limpiar, acomodarse, tenga una puerta para una cerradura, yo te uniré con él, y podrás, para tener hijos, yacer con él.

Nana: Yo no quiero yacer con él... yo quiero... ¿la puerta?...que me haga mujer... ¿la silla? Me ame... ¿la cerradura? Me roce... ¿la puerta?...

Anan: Yo que fui puta en el campo, sobrevivir objetivo y desierto, te diré que no es lo mismo, con el miedo corroyendo las entrañas del soldado, con el estrés que les invade, follan como si fuese la última vez, como si la vida les fuese en ello, no hay espacio para la ternura, sexo bruto, sexo como los perros, yo era una niña-mujer, yo era adolescente cuando me arrancaron de los brazos de mi madre, puta fui, niña antes que puta, adolescente fui puta, puta pués, limpia de todo pecado, los soldados follan con tanta violencia que no hay sitio para la ternura. Eso sí que es follar, follar sin pecado.

Soldado: La próxima guerra, hija mía, necesitará de putas de campaña, entonces... ¡La silla! ¡La mesa! ¡La puerta! ¡La cerradura!

Nana: Cuando venga tía Post, ella nos dirá adónde se fueron, ella lo sabe todo.

Nana: Hoy es el día del padre, del hijo, del incesto consumado, del sexo transmitido de padre a hijos. Yo quería a mi padre, él me hubiese penetrado sin dolor, sin el dolor perpetrado por ese jove nazi de inexperta-violencia que consumó el acto, envuelto en mi sangre y mi dolor, hoy es el día...

Anan: Yo quiero ser follada por uno o por muchos soldados, soldados invadidos por la premura de la muerte cercana, donde no hay sitio para las caricias, donde la violencia es parte de la pasión, que me arrancasen las bragas, la virginidad, pero es pecado, quiero pecar y ser violada, quise comer la carne de mi carne, quiero un palo de escoba, un puñetazo en la sien, una meada recorriendo mi cuerpo, quiero el dolor primigenio, el dolor que me permita ignorar mi dolor. Quiero con el sufrimiento de mi cuerpo, con la entrega de mi cuerpo, perdonar los pecados de los soldados, ser cobijo y refugio del guerrero. Quiero con mi dolor, comprender todo el dolor que acumula el grito del alma. Quiero ser puta para poder comprender, para saber que la estrella cosida al abrigo fundamentó alguna esperanza, significó algo, dio algo, no tan sólo nos quitó la fe en el hombre.

Anan: Yo he sido puta, antes que nada fui niña, antes de que todo se viniese abajo, fui niña, saltaba en el patio del colegio, tenía una sonrisa en los labios, dónde quedo mi sonrisa, ¿aplastada por las pollas de aquéllos que me profanaron, que me hicieron sentir puta. Pues fui puta, follé todo lo que me obligaron, me pegaron por ello, yo no pequé, era la guerra y la guerra te absuelve de todos tus pecados, yo no follé con mi padre, yacer con tu padre es pecado, los pecados se perdonan, las heridas se cierran, los recuerdos te persiguen, la realidad es que me hubiese dado igual, siempre es igual, qué más da un soldado o un padre, tarde o temprano el soldado será padre, el padre soldado, la puta, la puta carne de mi carne, semen que me engendró y retorna…

Mi padre fue de los primeros en la ducha, le vimos despedirse de nosotras con una sonrisa en los labios, sus dos dientes de oro relucieron al sol, después cuando se convirtió en basura, justo antes de hornearlo, uno de los nuestros le arrancó los dos dientes, no lo ví, no hizo falta que lo viésemos, era así, siempre era así… otro día le acompaño mi madre, me quedé allí sola, sumergida en la mierda, allí nunca buscaban, desde entonces buscó, buscó los dientes de oro de mi padre, la sonrisa de mi padre y las lágrimas de mi madre…

Anan: Busco perdón, perdón por el sufrimiento no sufrido, por la ajena mirado con que mire. Busco perdón por desconocer tu dolor, busco… Busco una silla, una mesa, un gato que se lamía las patas y ronroneaba antes de irse a dormir.

Nana: Yo jamás lavo mi ropa.

Soldado: ¿No?

Nana: No.

Soldado: ¿Nunca?

Nana: Nunca, el olor me impide olvidar, me obliga a vivir con el dolor, que con el tiempo, dicen, se calma. No puedo acallar mi dolor, el grito de las madres, de los hombres reducidos a la nada,  cenizas,  huesos,  piel…

Soldado: ¿Dónde está todo el mundo?

Nana: Por ahí.

Soldado: ¿Dónde es por ahí?

Anan: Pues por ahí, yo qué sé.

Soldado: Si no sabes, no respondas.

Nana: Si me da la gana.

Soldado: (la abofetea) El silencio te libera del dolor, la muerte también, si no sabes no hables, vuelve a la fila. Las bestias guardan silencio y aguardan en el matadero a que les llegue su hora. Ahora guarda silencio, quítate la ropa, desnúdate ante mí (se desnuda, el soldado le coge del pelo y le arrastra por el suelo) yo, sólo puedo forzarte, es mi naturaleza, no pedí ser soldado, no pedí un fusil, ni tantas cosas como pasan, no pedí violarte o matarte, son cosas que pasan porque tiene que pasar (la tumba sobre el suelo y la viola, Anan guarda silencio mientras la viola). Maté a una judía, porque mató a su hijo. ¿Cómo puede una mujer matar a su hijo? Ella le mato delante de mí.

Nana: Con lágrimas en los ojos.

Soldado: ¿Cómo puedes saberlo?

Anan: Estaba allí, junto al andén, asustados como corderos que van al matadero, lo ví todo, todo lo oí. 

Soldado: ¿Por qué?

Anan: ¿Subiste acaso al vagón? Supiste del trayecto, del miedo. Cuando te arrancan de tu hogar, cuando te quitan todo y nada queda, salvo el dolor, la incertidumbre y la vida. Vagón y muerte juntos de la mano. Ves morir de sed a tus semejantes, a tus padres, hermanos, amigos, solamente lloras y te abrazas a tu hijo, imploras a tu Dios, y deseas su muerte, evitarle el dolor. Se detiene el tren, de noche, te empujan, te gritan, quieres morir, pero también vivir, no sabes cómo, no sabes qué hacer y te empujan, escondes o abandonas a tu hijo, y quieres vivir, y quieres evitarle todo sufrimiento…

Soldado: Dolor, sufrimiento, muerte, objetivo y fin… (ha terminado, se levanta y le tira la ropa) ¡Vístete!

Nana: Yo también quiero

Soldado: ¿Qué?

Nana: Que me arranques la ropa, que me penetres con violencia, que me humilles, en el pecado está la penitencia. Quiero sentir el dolor, quiero la violencia de los hombres, la violencia ancestral de la supervivencia, el deseo carnal convertido en barbarie, quiero tu baba sobre mis pechos, todas las babas sobre mis pechos, todos los excrementos, quiero el semen secándose en mi coño, la sangre y el semen, quiero un recuerdo donde refugiarme.

Soldado: (Le desnuda suavemente, le acaricia los pechos, besa su bello púbico). Esto quieres.

Nana: No busco amor, no quiero amor, arráncame el alma, pisotéala, fóllame con la urgencia y la violencia de la primera vez.

Soldado: (Le pone a cuatro patas, se quita el cinturón del pantalón y le golpea en el culo) ¿Esto?

Nana: Mas, mas…

Soldado: (Deteniéndose) Vístete, debería darte vergüenza, una cristiana, una mujer como es debido, suplicando, arrastrándose como las perras judías… Si la tía Post lo supiese…

Nana: Ella lo sabe, ella lo sabe todo…

Nana: ¡La silla!

Anan: La silla.

Soldado: ¿La mesa?

Nana: ¡La mesa!

Anan: ¡La puerta!

Soldado: ¿Dónde...?

Nana: La cerradura…

Soldado: Se acabó, me voy.

Anan: Pues adiós. Ignóralo, como si no existiese, como si estuviese en otro sitio, lejos de aquí, donde nieva eternamente... y no llueve jamás... donde haga tanto frío que los pies se le derritan... donde el perdón lo congele el viento...

Soldado: Hoy es el día del padre, del hijo, del incesto consumado, del sexo transmitido de padre a hijos. Yo hubiese querido ser iniciado por mi madre, yo quería a mi madre, le hubiese penetrado sin dolor, sin el dolor perpetrado por ese joven imberbe de inexperta-violencia que era mi padre, envuelto en mi sangre y su dolor, mi madre no era como tú, judía.

Anan: En ese lugar yo no quise ser violada por los soldados, fui obligada, forzada, follada por uno o por muchos soldados que son como tú, soldados invadidos por la premura de la muerte cercana, donde no hay sitio para las caricias, donde la violencia es parte de la pasión, que me arrancasen las bragas, la virginidad, el sudor.

Nana: Yo he querido tu dolor, he deseado tu dolor, tu vergüenza. Yo he buscado ser puta, puta de todos los judíos, de todas las judías, con mi cuerpo redimir los pecados de los míos, de las cenizas crear un dolor nuevo, el dolor que nos identifique e iguale. He deseado, he deseado tanto que no recuerdo qué. La tía Post me trajo aquí, contigo, con la mesa, con la silla, con la puerta, la cerradura, la ventana.

Ser o no ser, aquí no se puede ser, hasta que el perdón nos sea concedido, no puedo olvidar, un soldado, todos los soldados, todos los muertos, tantos muertos ¿para qué? (se pone la ropa que el soldado le ha quitado).

 

L@s tres: Hora es del desafío, la puerta fue paso hacia el interior. Había recuerdos en el suelo, ¿quién atrapa el vuelo de las balas? ¿Los muertos?

Europa camina de la mano de sus muertos, fractura, pecado o redención.

La silla

La mesa

La puerta

La cerradura

El gato

La monja

El cura

Hitler

Cicatriz, frontera, montones de cadáveres, esperanza, sin ella no hay miedo, el trabajo libera, ahoga, exportar la muerte como negocio.

Auschwitz, Dachau, Treblinka…

Cenizas de Europa renacida, fuera muros, silencios, trozos de funeral, lápidas como souvenir, cada loco en su pocilga, el loco mayor en despacho de nácar, amanecer de un nuevo día...

Cuando venga la tía Post… ella todo lo sabe.

Las mesas, las puertas, las cerraduras, los gatos, las monjas, los curas, los Hitlers, los asentamientos, los muros, las lamentaciones, los fundamentalismos,

los locos, las locas, los Rabinos, los Imanes, los Papas, los sionistas, los musulmanes, los católicos, los cristianos, los sunitas, los chiitas, los americanos, las llaves, los pasos, los rusos, los besos, las esperanzas, los sueños, las alambradas, la coca, las violaciones, las oraciones…

Cuando llegue la tía Post… con ella la luz.

Oscuro.

Fin.

 

 

 

 

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