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luismerchan

Una chica...

Había una vez una chica que todo lo veía negro y alguna sombra gris, pero por encima de todo negro, ni azul, ni amarillo, ni verde, ni naranja, ni rojo, ni morado…, ¡No! Esta chica lo veía todo negro y alguna sombra en gris.

Pero por increíble que pueda parecer, veía y podía distinguir las formas y las personas y a todo el mundo. Sabía, a primera vista, quien era su mamá o su papá.

Le gustaba comer por encima de todas las cosas: ¡CALAMARES EN SU TINTA! y ¡ARROZ NEGRO!

Esta chica, que había una vez, era, por decirlo de alguna manera un poco ¡PESIMISTA!, o sea que no sabía descubrir los colores de la vida, por ejemplo: Si un día paseando por la calle se encontraba un billete de cien Euros, en lugar de alegrarse, pensaba – Con estos cien Euros me puedo comprar una cometa, una cometa hermosa que vuele hasta el sol, pero seguro que cuando la ponga a volar, la cometa, seguro que se pone a soplar mucho, muchísimo viento, un huracán y se me lleva lejos, lejísimos y jamás vuelvo a ver a mis papás, y seguro que el huracán me deposita en una isla desierta, donde solamente viven unos voraces cocodrilos, y uno de esos cocodrilos, o todos a la vez se me comen- En estos caso, cuando se encontraba un billete de cien Euros, lo dejaba otra vez en el suelo y seguía su camino.

Así era esta chica, lo que le impedía, en cierta forma, ser feliz, ella creía que era feliz, pero sus padres un poco preocupados, pensaban: ¡Nuestra hija no puede ser feliz, feliz del todo!

Ella nunca veía el vaso medio lleno, siempre lo veía medio vacío o vacio del todo.

A veces, según como hubiese dormido, pensaba que se iba a morir pronto, y otras pensaba que viviría muchísimo, pero que todo le saldría mal, que nadie la querría, nadie excepto sus padres, claro sus padres la querrían: FOREVER

También pensaba, a veces, que igual sus padres se cansaban de ella y la dejaban abandonada en una gasolinera de alguna carretera perdida y que en esa gasolinera seguro que se escondían unos alienígenas que la raptaban y la llevaban, amordazada, hasta su planeta, al paneta de los alienígenas, y cuando ya habían llegado, la encerraban en un zoológico, dentro de una jaula, un zoológico de extraterrestres, pero en este planeta, la extraterrestre era ella, y la metían dentro de una jaula y los alienígenas le echaban cacahuetes, pero los cacahuetes no eren como los de aquí, eran los cacahuetes de ese planeta, y esos cacahuetes no le gustaban nada, pero como no había otra cosa que comer, pues cuando tenía mucha, mucha hambre se los comía, pero siempre le sentaban fatal, le dolía muchísimo la tripa y encima le producían diarrea… e imaginaba que así sería el resto de su vida, en el zoológico de aquel extraño planeta, comiendo aquellos ¡asquerosos! Cacahuetes, con dolor de tripas y…

Estas cosas pensaba esta niña, por otro lado era una niña “normal” iba al colegio, tenía sus amigas, jugaba en el recreo, la única peculiaridad es que nunca se quedaba con ellos al salir de clase, siempre se iba corriendo a su casa.

Así transcurrían los días de esta chica que todo lo veía negro, con alguna sombra de gris.

No le gustaba comer dulces: por si la caries. No le gustaba beber nada frío: por si se enfriaba. En invierno iba del colegio a casa y de casa al colegio, solamente del colegio a casa y de casa al colegio: Por si se enfriaba.

Un año sus padres quisieron, bueno le propusieron ir a la montaña, a esquiar no, claro, que se podía caer y romper una pierna o una piernas y dos costillas, o una costilla, la clavícula derecha y el húmero izquierdo o…, a esquiar por supuesto que no, pero ver la nieve, salir un día de casa, tomar un chocolate caliente y ver nevar desde la ventana en alguna cafetería de las pistas de nieve. Pero ella declino la oferta, tenía miedo a que con tanta nieve se podía enfriar.

En primavera hacía exactamente lo mismo, no porque se fuera a enfriar, en este caso es que estaba segurísima de que si salía pasear en primavera le entraría un ataque de alergia o algo peor.

En verano con las insolaciones tenía bastante, pero tampoco descartaba la posibilidad de ahogarse en una piscina. El mar estaba completamente descartado.

El otoño, ¿Y sí pisaba una hoja y se resbalaba y se rompía:  Una pierna o una piernas y dos costillas, o una costilla, la clavícula derecha y el húmero izquierdo o…?

 

 

 

 

 

 

Mientras tanto en otro lado de la ciudad…

Había un chico que todo lo veía negro y alguna sombra gris, pero por encima de todo negro, ni azul, ni amarillo, ni verde, ni naranja, ni rojo, ni morado…, ¡No! Esta chica lo veía todo negro y alguna sombra en gris.

Pero por increíble que pueda parecer, veía y podía distinguir las formas y las personas y a todo el mundo. Sabía, a primera vista, quien era su mamá o su papá.

Le gustaba comer por encima de todas las cosas: ¡CALAMARES EN SU TINTA! y ¡ARROZ NEGRO!

Este chico, que había una vez, era, por decirlo de alguna manera un poco ¡PESIMISTA!, o sea que no sabía descubrir los colores de la vida…

Sus padres, un poco preocupados, pensaban: ¡Nuestra hijo no puede ser feliz, feliz del todo!

Él nunca veía el vaso medio lleno, siempre lo veía medio vacío o vacio del todo.

Estas cosas pensaba esto chico, por otro lado era una chico “normal” iba al colegio, tenía sus amigos, jugaba en el recreo, la única peculiaridad es que nunca se quedaba con ellos al salir de clase, siempre se iba corriendo a su casa 

Para su cumpleaños, sus papás le quisieron regalar un fin de semana en la playa, el chico claro, debería de haber estado alegre y feliz por el regalo pero… no lo estaba. Pensaba que seguro que le picaba una medusa, o que todo el fin de semana llovía o que igual al meterse en el agua, le daba un corte de digestión, o peor lo atrapaba un tiburón y lo arrastraba hasta en fondo del mar, allí en el fondo del mar un pulpo gigante, se peleaba con el tiburón, por la presa, o sea él mismo, ganaba el pulpo y lo llevaba a su cueva donde milagrosamente se podía respirar, pero en aquella cueva tenía que pasar el resto de su vida, comiendo pescado que era lo que le iba a dar de comer el pulpo todos los días, el pulpo que en realidad era pulpa y no podía tener hijos y por ese motivo había adoptado al niño, seguro que lo querría muchísimo, pero él no quería pasar el resto de su vida en una cueva en el fondo del mar. Con lo cual cuando sus papás iban a iniciar el viaje, se puso malo y tuvieron que suspender el viaje.

A veces se imaginaba a sí mismo como el niño invisible.

Sería feliz paseando por el bosque,  en lo más profundo del bosque, al ser invisible no tenía miedo, seguro que no lo tenía cuando  los animales se acercasen a olerlo, no le podrían atacar, porque no lo podian ver. Seguro que siendo invisible sería súper feliz. Aunque sus padres lo abandonasen en una gasolinera, los alienígenas no lo sabrían, puesto que no lo podrían ver, o el tiburón no lo arrastraría hasta el fondo del mar… pero claro al ser invisible, seguro que al pasar por un paso de cebra una furgoneta, que no lo podía ver, pues era invisible, seguro que lo atropellaba y tenía que estar muchos meses en el hospital pues se le había roto, con el atropello: un brazo, la cadera y un esguince de tobillo. Seguro que la comida del hospital era malísima y no le sentaba nada bien y… Lo de ser invisible, tampoco parecía una de la mejor de las ideas, mejor quedarse como estaba.

Así transcurrían los días de este chico que todo lo veía negro, con alguna sombra de gris.

No le gustaba comer dulces: por si la caries. No le gustaba beber nada frío: por si se enfriaba. En invierno iba del colegio a casa y de casa al colegio, solamente del colegio a casa y de casa al colegio: Por si se enfriaba…

 

Un día la chica que todo lo veía negro y alguna sombra gris. Salió de su casa para ir al colegio y casualmente era uno de esos días grises en los que sale el sol, llueve, sale el sol, llueve… No había cogido paraguas, pues había salido de casa con mucha prisa. Seguro que con la lluvia se enfriaba, pero llegaba tarde al colegio y hoy tenía un examen y si llegaba tarde, seguro que suspendía y tenía que repetir el curso y entonces…, no volvió a casa a coger un paraguas, siguió caminando hacía la escuela

Iba en estas cavilaciones cuando se puso a llover, a llover de verdad, o sea mucho, casi, casi un diluvio y como no se quería enfriar, se refugió debajo de un puente y casualmente ese chico que todo lo veía negro y alguna sombra gris,  estaba refugiado debajo del mismo puente, porque temía, al igual que ella: enfriarse. Allí estaban los dos. Los dos solos debajo de aquel hermoso puente viendo llover, ¡Qué día tan nefasto! Pensaban, en un momento ella se asusto con un trueno, dio un respingo y su mano rozo levemente la mano del chico y casualmente en aquel instante brillo el sol. Desde aquel puente nació el Arco Iris más hermoso que jamás se recuerde. Un Arco iris de colores nítidos y brillantes, y para ellos, tras aquel leve roce de la mano de la chica con la mano del chico, dejaron de tener miedo a los colores y aquel Arco iris que los cobijaba los inundo con sus colores, ninguno de los dos podía expresar lo que sentía en aquellos momentos, era como si viesen el mundo por primera vez, entonces se miraron a los ojos, ella tenía unos ojos azul claro bellísimos, como el cielo en un día despejado, pensó él, los ojos de él eran de un verde tan intenso, como la más hermosa de las esmeraldas, pensó ella

-Hola - dijo la chica –Me llamo Berta- -Yo me llamo Raúl- dijo el chico. Y se quedaron allí, debajo del puente y llovió y volvió a salir el sol y volvió a llover y a salir el sol, aquel Arco iris continuaba sobre sus cabezas, y no tenían ni frío ni calor. Se hacía tarde, había que volver a casa. Raúl la acompaño, porque era todo un caballero. Ella se había olvidado por completo del examen y él de porqué se había refugiado bajo aquel puente. Quedaron en verse en el mismo puente el sábado por la tarde y así se despidieron.

Al día siguiente ella hizo el examen y lo aprobó, el recordó que se había refugiado bajo el puente pues su profesor se había puesto malo e iba camino de una farmacia para comprarle una medicina. Contaban los días, las horas, los minutos que faltaban para el sábado…

Así el chico y la chica que todo lo veían negro y alguna sombra en gris, lo empezaron a ver todo lleno de los más vivos colores y todos los sábados y los domingos quedaban para pasear y daba igual que fuese, primavera, verano, otoño o invierno. El resto de los días, estudiaban, jugaban en el recreo, se quedaban un poco jugando al terminar las clases con sus amigos

Y los padres de aquella chica y de aquel chico pensaban: ¡Nuestros hijos ahora son felices, felices del todo!

Los papás de la chica y del chico se hicieron amigos y subían juntos a esquiar, en verano pasaban las vacaciones en la playa…

Fue de esta manera que ellos encontraron los colores de la vida y fueron felices y comieron… ¡CALAMARES EN SU TINTA! y ¡ARROZ NEGRO! Que seguían siendo sus comidas favoritas…

Había una vez…

 

FiN 

thE End

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