Blogia
luismerchan

la noche del silencio

Luna: ¿Ahora qué?

Plenilunio: Nada, ahora nada, ahora silencio, suplica. Alma enmohecida que lucha por salir. Ahora, tú eres tú y yo me voy, parto para no regresar, marcho, por que tengo una familia que no eres tú, pues no eres mis hijos, tus hijos, no son mis hijos.

Ahora abandono, si quieres llamarlo así, no tiene importancia, el como llamarlo no importa, carece de valor, de esperanza.

Nunca he querido estar aquí, en tu regazo amarrado, la dicha, nunca pertenece a los derrotados.

¿Y tu amor? Preguntaras, ¿para qué ha servido tu amor? Ha servido para alimentar mi odio, día tras día, años tras año, no a ti, no a tus hijos, si no a todo lo que representas, a aquello que simbolizas, ese odio que me ha mantenido vivo, que me ha dado fuerzas para continuar. He sido tu simiente y tu amante, fuego y agua, he calmado tu sed, sabiendo que tú no podías saciar la mía.

Fui arrancado de mi esposa y mis hijos, por ser quien soy, aún en el caso de no haberlo querido ser jamás,  lo soy, lo sé. Nacido de mi padre, de mis antepasados, así, mis hijos son hijos míos y yo soy su padre, así tus hijos son tuyos, pero no míos. Puesto que fui empujado a tu lecho y se me obligo a engendrarte. He sido moneda de cambio, bálsamo para las heridas.

Recuerdo permanente en mi pueblo, mi pueblo aplastado, humillado, yo rehén de su humillación, yo rehén del silencio de mi pueblo.

En esta cárcel de oro, no lo negaré: he sido huésped y prisionero, príncipe y  esclavo. He yacido contigo, no hay amor en el sexo, y si lo hubo, reniego de él.

He cuidado de tus hijos como el mejor de tus siervos, no como el mejor de los padres, he fornicado contigo como el mejor de los amantes, no como el mejor de los esposos.

¿Ahora qué? Preguntas, ahora vuelvo a casa. No busco rehenes que perpetúen la opresión, que bajo mi yugo se someta a tu pueblo.

He aprendido a perdonar, o a creer en el perdón. En el silencio de mis noches, he sentido tu amor, he amado tu amor, no a ti, he creído que tú no eras víctima ni opresor, una pieza más en el castillo de mis odios.

No se satisface a un hombre con una mujer hermosa, con una perra enamorada, tu amor, no justifica mis muertos, el amor no cura las heridas. Un hombre no ama cuando su corazón esta lejos, del abrigo de su hogar, con su esposa y sus hijos.

Quisiera no provocarte dolor, pero no puedo evitarlo. Al decirte estas palabras el dolor aflora, como un tronco flota en las embravecidas aguas de un océano.

El dolor es inevitable e inexcusable, no he de justificar aquello que no necesita justificación.

Quedarás aquí con tus muerto y tus hijos, reinarás en esta tierra que ha visto mi humillación, no quiero aquello que es tuyo, que por sangre te pertenece a ti, como pertenecerá a tus hijos.

Aspirar a que no siembres en ellos el odio, el despecho, un ansia irrefrenable de venganza hacia mí es una quimera, un imposible.

Tienen derecho a vivir y a morir en libertad, y tú tienes la obligación de transmitirles ese derecho.

No voy a juzgarte, este es el tiempo de regresar a casa, al hogar. Ni como vencedor, ni como vencido: como Ángel exterminador de las plagas que han asolado mis tierras y mis riquezas. Vuelvo como padre y como hombre, como hombre que no ha de derramar más sangre de la que ha de ser derramada.

Luna: ¿Qué sangre ha de derramarse?

Plenilunio: Toda la que sea necesaria para fortalecer la paz en los tiempos venideros, aquella que en su interior almacene la simiente del odio y de la venganza.

Luna: Yo te amo

Plenilunio: Ahora me amas, ¿Cuánto tardarás en transformar ese amor en odio? ¿Cuánto en envenenar la sangre de tus hijos para limpiar la afrenta, a la que ahora crees que te someto?

Luna: No creo nada.

Plenilunio: Lo creerás.

Luna: No te has ido, y comienzo a odiarte.

Plenilunio: Tu odio es mi odio.

Luna: ¿Previenes el futuro odio con mi sangre?

Plenilunio: Y con la de tus hijos.

(Oscuro)

 

0 comentarios