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luismerchan

hoy 25

Nieve, copos de nieve caen sobre la ciudad, como purificándola, envolviéndola en un manto de blancura limpia de todo pecado.

El realizador se sonríe; perfecto, se dice. En el plató las cámaras encendidas, los cámaras dispuestos para retransmitir al mundo entero el acontecimiento. Todo está preparado, todos los detalles han sido supervisados concienzudamente. De fondo un portal de Belén, con mula, buey, paja esterilizada. Los carpinteros han realizado un excelente trabajo.

A las cero horas nacerá de nuevo el niño, dos mil años después, justo dos mil años después.

No ha sido tal y como lo habían previsto los vaticinios, pero hoy nacerá el Señor, regresará a este mundo de vivos para devolvernos la esperanza, para liberarnos de nuestros pecados. No ha sido un milagro, la ciencia no cree en milagros. Una célula encontrada en la Sábana Santa, un código de ADN, un rastro a seguir, una reconstrucción.

Campaña publicitaria a gran escala, vídeos, concursos, juegos de ordenador, hasta un disco homenaje, cincuenta millones de copias vendidas, las páginas de Internet saturadas, el negocio más lucrativo de nuestra era.

Arena, dunas, ningún rastro de nieve, de agua. Sobre el desierto una mujer, embarazada, arquea la espalda por las sacudidas del parto inminente. A su alrededor nada más que arena, arriba como un gran foco iluminándolo todo un sol abrasador. Abajo sobre la arena, ocultándose del sol en la sombra de una duna, ella, sola, dispuesta a parir en el silencio del desierto.

En el plató todo está preparado, nervios. Los satélites dispuestos para transmitir la señal. La niña-virgen María fue seleccionada por un ordenador entre millones de niñas candidatas.

El equipo médico inicia los preparativos; enfermeras, anestesistas, doctores, nada puede fallar. La mini-cámara instalada en el bisturí del cirujano transmite perfectamente. Será un parto por cesárea, el parto tiene que transmitirse a las cero horas, el niño tiene que nacer a las cero horas, el negocio así lo exige.

El mundo entero estará pendiente del televisor. Nochebuena, la familia reunida en torno a la mesa, los ojos clavados en el televisor. Internet nos informa de todos los detalles, miles de páginas, allí está toda la información, segundo a segundo.

Los invitados en el plató están nerviosos, se sienten afortunados de estar allí, asistiendo en vivo y en directo al advenimiento del Señor.

Aquí llega la niña-virgen María, tiene puesto un gotero, sonríe, está feliz, todo el mundo pendiente de ella, es el centro del universo. No acaba de asumir del todo su papel en esta historia, para ella es como un juego.

Luego, dentro de un rato, cuando el realizador inicie la cuenta atrás, entonces la adormecerán ligeramente, la niña-virgen María no puede mostrar ningún sufrimiento en este feliz acontecimiento, el hecho más importante ocurrido en los últimos dos mil años. No se la puede dormir del todo, es la madre del Señor, tiene que recibir a su hijo con una sonrisa, ante la mirada atenta de miles de televidentes. Millones de vídeos dispuestos para grabar el momento.

En la duna, en medio del desierto. El sol va dejando paso a la luna, el cielo va cubriéndose con un manto de estrellas. El calor sofocante va transformándose en una brisa heladora, el frío se mete hasta los huesos. La madre se prepara, en cuclillas abre al máximo las piernas, se prepara para el dolor, el dolor milenario de la vida. Siente la llegada de su hijo, un hijo que lucha por salir de su vientre, un hijo que como primer abrigo tendrá la arena del desierto.

Todo el embarazo ha sido seguido minuto a minuto por millones de espectadores.

De una célula se fecundó un óvulo, de ese óvulo creció un feto. Se acerca la hora, hora de máxima audiencia, las marcas se pelean por unos segundos de publicidad. El regidor exige silencio, se va a realizar la conexión vía satélite con todo el planeta.

Hay un pequeño ser perdido en la inmensidad del desierto, casi inapreciable, ajena a todo lo que está ocurriendo, para ella no hay cámaras, solamente el ancestral dolor del parto.

Todo preparado, es el momento, el realizador asume toda la responsabilidad, los invitados guardan silencio, comienza la cuenta atrás. El bisturí corta con precisión, la mini-cámara ofrece un plano fantástico, el realizador mueve con maestría las cámaras que no pierden detalle. Ahí está, nace, sale a la vida emergiendo del cuerpo sangrante de la madre, el redentor vuelve al mundo para perdonarnos. Millones de flashes iluminan la noche.

En el desierto una madre agoniza, el niño viene del revés, esfuerzo inútil, una lágrima cae por su mejilla, silencio. El niño agoniza.

Millones de botellas de champán se descorchan, se ríe, se abraza. El Redentor está de nuevo entre nosotros, para liberarnos de nuestros pecados.

Bajo la luz de la luna, oculta en una duna, en medio del desierto, con una brisa gélida levantando remolinos de arena, una madre y su hijo dejan de sufrir.

 

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