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luismerchan

panza

Acompañado de la locura, con los molinos de viento como referencia, se dedica a recorrer los caminos, busca donde aposentar sus posaderas. Caminos que se abren, bifurcan, tantas posibilidades como puertas pueden abrirse. Un largo recorrido, se puede uno entretener o aburrirse, la opción es personal. Acompañado de esa locura que ve visiones, o las intuye, es fácil mantenerse cuerdo, solamente se necesita no estar loco, ¿pero quién nos protege de la locura? ¿Necesitamos protegernos de ella? ¿No es la locura el mejor cobijo? El burro se detiene, rehusa andar, ¿qué hacer? Lo más sensato lo que quiera el burro. Así el camino discurre, la vida se desliza, los hombres aman o destruyen, esa es su facultad, en el amor o la destrucción el alimento del alma del hombre. Baja del burro, del zurrón saca un pedazo de pan, duro, y un trozo de queso. El sol golpea con violencia y la sombra de una encina se antoja el paraíso terrenal, tras la frugal comida, apoya la cabeza en la encina y se deja sestear. A la tarde, cuando el sol se convierte en amigo del vieajero, monta en el burro y continúa la marcha. No hay camino trazado, más bien azar, azaroso camino, para los que sin quererlo buscan aventuras que se tornan en desventuras. Así el hombre que se resistió al astío, continúa su eterno camino y como todo caballero, su escudero tras él camina. Así se acaben los caminos, así la vida.

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