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luismerchan

sin perseverar

Este el tiempo de los pequeños tiranos, de yo por el yo. El tiempo del quiero esto y lo quiero ya. El tiempo de los padres siervo, del te doy lo que quieres, pero déjame en paz. El tiempo de la paciencia agotada, el tiempo del ya estoy mayor, el tiempo de la rendición anunciada. Este tiempo, de la felicidad superlativa, el tiempo del compromiso limitado. Este fin de semana te toca a ti, el que viene a mí. Este tiempo del reparto equitativo, tiempo del: mi mama tiene un nuevo marido al que también he de llamar papa y mi papa tiene una nueva novia a la que he de llamar simplemente, Carolina.

Tiempos de despropósitos continuados. Este, yo, que reflexiona en una piscina rodeada de montañas y que se había impuesto unos deberes para este verano, que por pereza o un exceso de responsabilidad paterna; hasta la fecha no he escrito nada. Tenemos al abogado pendiente, o eso creo. Asumo esta responsabilidad, como un reportero de guerra. Sin saber muy bien por dónde caerán las bombas.

El (la) pequeñ@ tiran@ me reclama y como el cordero que asumo que soy; voy presto a su llamada, intentando no perder demasiada dignidad, en aquello que me solicite. Víctima pues de este trasiego  he estado a punto de dejar este cometido que me había impuesto, antes de comenzar mis vacaciones

Pequeños chantajes diarios, esto por aquello; así es el discurrir de estos días, por otro lado placenteros y satisfechos.

Así comienzan los diarios de de Canfranc Estación. Asumiendo la derrota como principio de un agradable verano.

Primer día:

Son las fiestas de Canfranc Estación, llegada con buen tiempo y Paula ligeramente cansada. Begoña en casa espera, con el cigarro en la boca y un libro entre las manos. Comentario a parte la bata de andar por casa que se ha colocado Begoña, digna de la más digna de las abuelas. Son ya doce años desde que compramos el piso de Canfranc, y posiblemente es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. Para Paula, mi hija, Canfrac Estación es su pueblo y donde quiere vivir cuando sea mayor – porque no hay ladrones – Hemos dejado los calores de Zaragoza y aquí estamos, dispuestos a enfrentarnos a los rigores de los boleros y pasodobles. Afortunadamente está cansada y nos vamos a la cama después de cenar. Primer día, prueba superada.

 

Segundo día:

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